miércoles, 24 de octubre de 2007

CUARENTA AÑOS MÁS TARDE…¡MATEMOS AL CHE!




El ocho de octubre de hace cuarenta años, en el pequeño pueblo de la Higuera fue asesinado Ernesto Guevara de la Serna. Hacía poco más de un día que cayó preso del ejército boliviano fruto de una herida en la pierna izquierda, agravado esto por el cansancio provocado por su inseparable enfermedad asmática y por el peso de meses de guerrilla en la selva boliviana, además de algunos kilos de más de cultura –hasta su muerte, siguió acarreando sus innumerables libros de lectura y su cuaderno, en el que preparaba sus nuevas teorías-. Ernesto Guevara, tras años de esfuerzo y heroica dedicación a la revolución cubana, trabajando como director del Instituto de Reforma Agraria, ministro de Industria, presidente del Banco Nacional, o gran cortador de caña de azúcar; decidió poner a disposición de otras partes del mundo “su modesto esfuerzo”. Este internacionalismo revolucionario le llevó a participar y promover otros movimientos antiimperialistas haciendo realidad su famosa consigna “uno, dos, tres…muchos Vietnams más”. En el primero de ellos lideró una guerrillera de liberación nacional en el Congo, que pretendía ser el foco de revolución en el continente africano, pero fracasó prematuramente debido a la falta de implicación y profesionalidad de los propios guerrilleros congoleños.

Meses más tarde, se embarcó en el que sería su última aventura sobre su Rocinante particular; trataría de organizar una guerrilla en la selva boliviana para lograr derrocar al régimen andino, además de intentar encender la chispa de la revolución en su madre patria, Argentina. Don Ernesto, en la famosa carta de despedida a Fidel, describió con todo realismo la dura empresa a la que se unía: “En una revolución, se triunfa o se muere (si es verdadera)”. Don Ernesto no luchaba por un sueño, luchaba por una cruda realidad, su solución de mejorar al mundo era la revolución armada –“Creo en la lucha armada como única solución para los pueblos que luchan por liberarse y soy consciente de mis creencias”- . Conocía el enemigo al que se enfrentaba, y no renegó de su destino ni en los últimos segundos de vida en la pequeña escuela de la Higuera. Sus últimas palabras fueron “¡Póngase sereno y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!”.

Ahora, cuarenta años más tarde, lo vemos convertido en un mito internacional de la juventud progresista; más que su ideología, se ha mitificado su imagen –esa famosa foto de Albert Korda- y su idealismo revolucionario. Su rostro ha sido pintado, gritado, esculpido, grafiteado, estampado, cantado, plastificado, pegado, comprado y vendido -¡Por Marx, que barbaridad!- en casi todos los lugares del mundo. Es una imagen tan esencial que traspasa años, generaciones, fronteras, idiomas, religiones y todo aquello que separa a los humanos unos de otros, incluso la ideología. Sin embargo, este mito es lo más distante al verdadero revolucionario argentino que partió la sierra. Es un mito estéril, vacío, hueco, sólo pigmentos químicos repartidos en un determinado orden. Esa imagen olvida toda la complejidad que representa el Che, y toda la carga ideológica. El mito nos enseña a un soñador, un aventurero, quizás un loco que dio su vida por mejorar la de otros, pero no pudo vencer, por lo que solo nos queda soñar. El Che tenía claro que no era ningún héroe, ni ningún dios, era un soldado más –condotiero, como el mismo se nombra al despedirse de sus padres-, un intelectual más, un marxista revolucionario más, un hombre más. Todo un ejemplo de una persona realista que “luchaba contra el imperialismo donde quiera que esté”. Por eso era capaz del lunes estar en Nueva York en la asamblea de la ONU y el martes, llegar a La Habana y ponerse a trabajar voluntariamente cortando caña de azúcar. Y es ahora, cuando tenemos que romper con esa imagen de idealista. Por eso, el mejor homenaje que le podemos hacer a Don Ernesto será la tarea de demostrar la vigencia del marxismo hoy en día, la continuación de los estudios de la teoría marxista y el desarrollo y construcción de nuevas teorías económicas y políticas sobre la toma del poder y la transición al socialismo en el siglo XXI.

En mi opinión, durante toda su vida el Che solo tuvo un objetivo principal –que relegaba a todas las demás actividades, ya sea la familiar, el ocio o el mismo sueño- la construcción realista de un sistema socialista en el tercer mundo, es decir, la aplicación de la teoría marxista y leninista a las condiciones objetivas y particulares de los países menos desarrollados. El Che demostró que el socialismo no es ningún bonito sueño, si no que el marxismo es una ciencia y una ideología con la que conseguiremos la liberación de la opresión de la sociedad imperialista –“no hay otra definición del socialismo válido para nosotros que la abolición de la explotación del hombre por el hombre”.

Don Ernesto en su tarea de teórico político consiguió desarrollar la teoría de la época de transición al socialismo. Sus estudios son muy profundos y se piensa que en la selva boliviana estaba preparando un libro sobre dicha teoría. Hizo un estudio exhaustivo sobre la situación de la economía cubana e implementó un sistema de planificación de la producción como método socialista de organización de la producción económica del país. Además, este método se aleja del método soviético conocido como Nueva Economía Política, que según Don Ernesto era el causante del derive contrarrevolucionario de la URSS –Don Ernesto fue unas de las primera voces en criticar a la URSS, vaticinando dicho rumbo, debido a que afirmaba que el método soviético utilizaba ciertas categorías económicas capitalistas por lo que volverían a reproducir las relaciones de producción del capitalismo, además de criticar, por supuesto, las barbaridades estalinistas, así como la alienación burocrática-. Con la planificación de la producción, se intentaba crear unas nuevas relaciones económicas y además, unas nuevas relaciones humanas en la sociedad emergente, es decir, aparte de un cambio en la producción económica, se debe cambiar al hombre y a la sociedad en su conjunto. Por eso, un tema clave del pensamiento del Che que le hacía alejarse de la práctica soviética, es la importancia que le daba a la conciencia –“La conciencia es la palanca para lograr que las fuerzas productivas y las relaciones de producción dejen de ser medios para perpetuar la dominación capitalista”-. Para mí, este es el punto más interesante del pensamiento del Che, no solo luchar por el cambio económico si no, promover la creación consciente e individual de un hombre nuevo que genera una nueva sociedad, donde no existan ni la explotación económica ni la alienación en cualquiera de sus posibles formas –la sociedad COMUNISTA-. Mejor dicho en palabras de Don Ernesto “El socialismo económico sin la moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria, pero al mismo tiempo contra la alienación”. Por ello, también afirmaba “el desarrollo económico no es un fin en si mismo, solo tiene sentido si sirve para transformar a la persona, si le multiplica la capacidad creadora, si lo lanza más allá del egoísmo. El transito hacia la libertad es un viaje del yo al nosotros”. Quizás estos pensamiento nos ayuden a darnos cuenta de todos lo errores que hemos cometido y cometemos en la construcción de una nueva sociedad, pero no por ello, debemos dejar de luchar por la búsqueda posible y necesaria de otro mundo. Así, cada uno de nosotros empecemos nuestra pequeña revolución particular para unirnos todos en la gran revolución que nos lleve hacia la liberación de las cadenas que amordazan al hombre capitalista, y en mayor medida a la mujer.

Por todo ello, casi medio siglo más tarde, no en la selva boliviana, si no en nuestra individual selva neuronal, debemos realizar otro asesinato a sangre fría. Seguro que todos tenéis en vuestra mente, esa camiseta del Che, o ese póster, o aquel trozo de canción, no debemos asustarnos, escojamos bien el arma y disparemos firmemente al corazón. Por favor, ¡Póngase sereno y apunte bien! ¡Va a matar a un mito! ¡Va a nacer una ideología! Así fueron las últimas palabras de aquella maloliente camiseta, todavía desparramando pigmento mientras se retorcía entre sus hilos en el suelo….

Me gustaría despedirme como el Che lo hizo en la carta de despedida a sus hijos:

“Sean capaces de sentir en lo más hondo, cualquier injusticia cometida contra cualquiera, en cualquier parte del mundo”

¡Hasta la victoria siempre!